EL TIWANAKU DE MU
Nuestro
viaje a Rotorua tenía la finalidad de encontrarnos con los Maorí para que
pudieran contarnos las historias de su pueblo y la sabiduría que estaban
dispuestos a compartir de sus Tierras.
Pero
nuestra posible ambición por hacerles llegar a todos la información del mundo,
nos estaba bloqueando el ver otras posibilidades.
Cansados
por el viaje y por tantos enfrentamientos a nuestras fuerzas y emociones,
desistimos de hacer cualquier contacto con el pueblo nativo, pues todos nuestros
intentos fracasaban.
Matías
seguía enfrentándose a un proceso durísimo de su interior, en que todas las
fuerzas de las emociones se mezclaban como olas de mar en la cintura, que por
más que sabíamos era una preparación de todos para lo que el resto del camino
nos presentaría como oportunidad, el cansancio y los obstáculos a los que nos
enfrentábamos hacían que una y otra vez dudara de seguir caminando, razón por
la cual durante nuestra estadía en Nueva Zelanda, fueron muy pocas las
apariciones y los comunicados dados.
Rotorua fue
tal vez el momento de máxima depresión y choque con nosotros mismos en el
interior y en el exterior. Por eso decidimos volver a Auckland, para así dormir
y esperar a tomar el vuelo que nos llevaría a Sydney al día siguiente. Pero en
el camino, algo nos llamó la atención.
Mirando
alrededor, Matías y Diego reconocieron que eran los yacimientos de una
antiquísima ciudad, tanto como el muro de Kaimanawa en Taupo. Los mismos se
presentaban como evidentes evidencias ante los ojos de todos, de una historia
desconocida y de miles de miles de años, que pasaba desapercibida o ignorada
por la gente del lugar. Nada marcaba la zona como recinto arqueológico, ni como
parque natural, pero ahí estaban, toneladas de rocas perfectamente cortadas y
encajadas entre sí, algunas ya muy erosionadas por los miles de años, otras
tiradas por la fuerza de los antiguos árboles que crecieron entre sus fisuras.
Un mundo perdido se alzaba ante nuestros ojos como magia.
No hubo
mejor despedida de la región que el recuerdo y sensación de los antiguos
ofreciéndonos este regalo. Tomamos la energía del lugar, y desde ese momento,
pudimos comenzar a limpiarnos desde lo profundo de nuestro ser, aunque,
sabiendo aún, que el Sacro nos guardaba muchas situaciones más a lo largo del
vasto desierto Australiano y las místicas islas de Indonesia.
VIDEO DEL LUGAR
GALERIA DE IMÁGENES
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